Opinión

La Balada de Donald y Gustavo

Un presidente condenado por 34 delitos comandando un genocidio y alimentando el gran negocio de las armas en Ucrania, o en las guerras que patrocina además de lucrarse con el narcotráfico.

Juan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién. 

Cuando uno escucha a Trump afirmar  que “el hermoso carbón y el bendito petróleo que producen progreso, bienestar y riqueza”…  o refiriéndose a Gaza “esperamos que se liberen los treinta rehenes restantes para terminar la guerra, así como he terminado con siete guerras (¿Cuáles?) protegiendo además a 350.000 personas de una muerte segura en los infiernos de la migración por selvas llenas de víboras”  o  “si por mi fuera ésta sede de la ONU estuviera mejor reconstruída y las escaleras eléctricas no se hubieran detenido a mitad del camino y el apuntador no estuviera dañado”  o “eso del cambio climático es una mentira para llenarnos de horrorosos  páneles solares  y de molinos que venden los chinos y se oxidan” o “bombardeando donde estén terminaremos con el narcotráfico”, nos sorprendemos por la desfachatez y el cinismo, puesto que sabemos que no es por ignorancia.

Así, arrasando, invadiendo y atropellando típico de dictadores y esclavistas o, como dice Vicky Dávila  la alicaída precandidata para refrendar su sumisión  al amo imperialista: ¡Házlo ya Donald!

Los pretextos y los argumentos que esgrime solo alimentando una imagen pendenciera y supremacista en la que ya el mundo dejó de creer incluso la juventud estadounidense y el ciudadano medio, se diluyen ante la realidad  de un imperio decadente con una moral vendida a los intereses de las corporaciones y donde una posmodernidad de drogadicción, degradación y aislamiento, empieza a ser una de sus principales características.

El cambio climático azota Estados Unidos con incendios interminables, períodos de sequías y grandes inundaciones; ya muchos ríos son de estación, y no llegan al mar. Los grandes dinerales del narcotráfico han construido además una infraestructura económica de lavado de activos y sobornos institucionalizados, una población que consume y se entretiene observando en la televisión como bombardean y matan inocentes en Gaza, o se arman amenazantes para robarse el petróleo en Venezuela mientras en las grandes ciudades  aumentan  los sectores reservados para los adictos, que como fantasmas, son víctimas del Fentanilo y la pobreza.

Un presidente condenado por 34 delitos comandando un genocidio y alimentando el gran negocio de las armas en Ucrania, o en las guerras que patrocina además de lucrarse de los sobornos de los grandes capos internacionales del narcotráfico, es un presidente que el mundo en crisis debe descertificar mientras asesina muchachos en las lanchas que intercepta en el Caribe esperando el zarpazo para  adentrarse por los recursos de Venezuela y Colombia.

En su discurso,  como ya es usual, el presidente Petro le abre con valor los ojos al mundo desde las Naciones Unidas, poniendo en evidencia toda la tragedia de una comunidad de países que toleran el bandidaje de los líderes del mundo empeñados en la codicia, la muerte y el odio.

Con un coraje nunca antes visto pone en evidencia toda la miseria conceptual de un megalómano que al término de su vida quiere dejar una impronta de injusticia y violencia como si quisiera protagonizar el “thriller” cinematográfico de los últimos tiempos.

Por su parte Petro y como complemento a una singular coyuntura política de intolerancia y corrupción, tolera alcaldes y ex ministros conspiradores que urden traiciones en alianza con los medios que imploran al imperio, les siga protegiendo sus intereses. Federico Gutiérrez, Alejandro Eder, Vicky Dávila, María Fernanda Cabal, la Paloma “Power”, el vejete de Leyva y  antiguos sabuesos rabiosos como el ex senador Mejía, todos ellos, como ridícula jauría, ladran como enemigos de Colombia al lado del amo rubio.

La imagen da tristeza. Pero da más tristeza un mundo que acepta por temor o por simple indiferencia,  los dictados de un líder grotesco como Trump.

Menos mal que personajes como nuestro presidente, le cantan al oído esa balada que no le deja dormir…

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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