Opinión

 Imaginar la democracia.

Realmente el suceso mediante el cual se renuevan las autoridades no pasa de ser la llegada de caras nuevas a los automóviles y despachos oficiales.

Jaime Bedoya Medina*/Opinión/El Pregonero Del Darién

Cuando era estudiante universitario, me topé con una perla ideológica, pedagógica y política de Pablo Freire, el catolicísimo maestro brasileño, jefe del equipo alfabetizador del pueblo chileno que, más tarde eligió con limpio voto popular, al primer presidente socialista de la historia mundial, el médico Salvador Allende Gossens, derribado por el fascismo con asistencia de los gringos:

“No es parte de tus bienes lo que das a los pobres, les pertenece pues, lo que ha sido entregado por Dios para todos los seres humanos, tú te lo apropias injustamente”. Freire, refiere que la cita la encontró en uno de los flamantes discursos con los que, san Ambrosio, obispo de Milán, fustigaba a los acaparadores y defendía a los pobres en el siglo IV.

Más tarde leí de un sociólogo norteamericano algo así como que la palabra democracia poco le dice a un campesino boliviano, ecuatoriano, guatemalteco o colombiano, si al levantarse va a la cocina y no encuentra qué dar a sus hijos.  Ergo, la paz, la democracia y la libertad son concomitantes con la cantidad de necesidades básicas resueltas. La democracia, no es entonces, un asunto meramente electoral que, obviamente, resulta muy importante pero no reducida al evento de cada cuatro años cuando renovamos las autoridades políticas y administrativas. Ese sistema en Colombia funciona muy bien con las élites que aceitan las maquinarias para ganar las elecciones, aunque a veces un gato mate un perro, como fue el caso de los presidentes López Pumarejo, Belisario Betancur y Gustavo Petro en el 2022.

Aunque vale aclarar que López y Betancur eran candidatos de la aquiescencia plena del partidismo tradicional. Es decir, sin ninguna oposición y si resultaron buenos fue por lo que los juristas llaman “intuitu personae” (algo así, como por sus calidades personales), mientras que el presidente Petro salió de la entraña popular y contra la gavilla de los sectores tradicionales.

Sin embargo, no podemos olvidar que el Gran López Pumarejo, fue reculando de sus impulsos revolucionarios y cuando llegó la hora crucial para Colombia con dos candidatos liberales de excelencia: Gabriel Turbay Abunader (poco conocido su segundo apellido, ¿no?) y Jorge Eliécer Gaitán Ayala, a pesar de tener capacidad política y estatura moral para tomar, como jefe liberal, la mejor decisión a fin de garantizar la continuidad de las reformas, optó por la enseñanza de Pilatos: lavarse las manos y salirse por la tangente con el catastrófico estribillo, “los dos son muy buenos, que decida la gente”. Por qué López no ordenó, por ejemplo: en este período va Gaitán que es mayor y luego Turbay. Habría salvado la patria y conquistado la cumbre de la historia. Lo que pasó ya sabemos y fue el origen más próximo de la orgía de sangre, desplazamiento, rencor y violencia que degeneró hasta lo que tenemos hoy día, que intentaron zanjar con el pacto impúdico de Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo.

Mostrarnos El Frente Nacional como el modelo democrático colombiano es, además, de un insulto a la conciencia moral del país, a la academia y ciudadanos humildes, intentar tapar el sol con un dedo, pues sabido tenemos que quienes habían creado la catástrofe no podían ser los pacificadores de la casa. El Frente fue un fraude a la sociedad porque excluyó todo pensamiento distinto al de los líderes bipartidistas y el camino expedito al tapen, tapen, puesto que, sin importar quién resultara elegido, la burocracia se dividía por igual entre ellos y así se protegían la espalda.

El partido liberal no aprendió la historia porque en el año 30, el conservatismo cayó del poder porque se presentó dividido: El maestro Valencia y el general Vásquez Cobo. Olaya Herrera entró triunfante por el medio. La historia está llena de ejemplo: a la muerte del rey Salomón, el reino se dividió y fue sometido. Cristo dijo: todo reino divido perece (Mateo 12, 25). Maquiavelo lo reafirmó con el “divide y reinarás”. Pero los dirigentes colombianos no aprenden y enredan al pueblo cada vez que quieren. ¿Recuerdan que, en el año 82, el inefable López Michelsen se le atravesó al colombiano más valiente que hayamos tenido, Luis Carlos Galán Sarmiento? Afortunadamente triunfó el gran Belisario, a quien admiro mucho porque nos demostró que había un camino distinto al de la confrontación armada, el diálogo; si bien se fue en deuda con la historia por no haber tenido el coraje de contar la verdad del Palacio de Justicia en 1985.

Sobre el tema electoral, como lo dijo algún político, realmente el suceso mediante el cual se renuevan las autoridades no pasa de ser la llegada de caras nuevas a los automóviles y despachos oficiales porque, renovación ideológica no existe. Es decir, la sustitución de mandatarios y legisladores en contadas excepciones no es un avance de la democracia porque los que llegan están comprometidos con las mismas mañas de siempre.

Conocedores de las rarezas políticas, las derechas defienden el poder para ellas solitas: matan, destierran o desplazan. Los casos son incontables empezando con el gran Uribe. Rafael, no el de ahora. Siguen Gaitán, Galán, Lara Bonilla, Pardo Leal, Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro y los siete mil asesinatos de la Unión Patriótica, los 250 mil de la Guerra Civil no declarada, los 6402 falsos positivos; súmenle el robo en el año 70 al general Rojas Pinilla y las mentiras contra el plebiscito por la paz del presidente Santos. Mejor dicho, como escribió la flamífera pluma de Antonio Caballero-falta que nos hace-, aquí las oligarquías han ensayado “todas las formas de lucha” para detener los reclamos de los marginados, menos la única solución posible: la justicia social.

Con el trivial eufemismo “defensa de la democracia” y enseñados como estaban a disponer del país durante los últimos 200 años, ahora ponen palos a las ruedas de la historia como lo hicieron con los dos progresistas anteriores. Y esa es la verdadera polarización del país porque oponerse a las reformas cuando benefician a las mayorías postergadas es pisar terrenos de arenas movedizas dado que ya la gente no está dispuesta a dejarse joder más. Todo lo tumban recurriendo a la manida tendencia de invocar los vicios de procedimiento como fue el caso de la emergencia para salvar La Guajira y así prevarican porque la constitución establece la supremacía del derecho sustantivo sobre el procedimental, (art. 228 C.N.). Sin que esto quiera decir que no le veo yerros al gobierno popular del Cambio, porque no he hipotecado mi libre manera de pensar.

Según Abraham Lincoln, la democracia es el gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Entonces, me responderán algunos que pueblo abarca a todo habitante del territorio y, por consiguiente, los que conocemos como privilegiados también lo son. Es verdad. Pero en palabras simples, cuando hay diversidad de opiniones entre las personas, se tiene que acudir al principio de la supremacía del interés general sobre el particular. De tal modo que, si las leyes benefician a la mayoría, nadie puede oponerse a ellas porque es moralmente indigno y políticamente inconveniente. Y, como lo dijo ese gran jurista uruguayo de origen francés, Couture, en todo caso de contradicción entre el derecho y la justicia, es imperativo ponerse al lado de la segunda.   

Y, para apuntalar su desvencijado concepto que tienen de la democracia y del respeto a las instituciones traen de los cabellos un intelectual que no vive en Colombia, siquiera para que, a través de los canales radiales, intente embelesar a los oyentes con los cuentos que las minorías cultas quieren oír:

Dice el doctor Mauricio Gaona, en los diálogos que buenamente ha gestado la radio por la cadena W: “la oposición es el precio que se paga por tener una democracia”. Lo que no explica el docente es que la oposición cuando se ejerce contra las reformas que benefician al pueblo, es criminal y antidemocrática.

Qué tristeza escuchar afirmaciones sesgadas de este caballero, hijo de uno de los mejores magistrados que ha tenido la Corte Suprema de Justicia, el inmortal Manuel Gaona Cruz, inmolado en mala hora por los desvaríos estúpidos de una guerrilla izquierdista que no calculó las dimensiones de su torpe osadía; pues sabido se tenía que los militares le cargaban ganas, como se dice popularmente, a esa Corte Honorable que les había tumbado la facultad de castigar civiles mediante el espurio mecanismo del juicio breve y sumario realizado en Consejo Verbal de Guerra; por lo que no iban a desaprovechar tal equivocación guerrillera para saldar cuentas contra los corajudos magistrados.

La Instituciones: Cortes, Defensoría del Pueblo, Fiscalía, Procuraduría y Contraloría están amaestradas para defender el establecimiento. Por lo mismo, se empeñan en llevar personas de su entera confianza así, a veces, algún protegido se salga del corral como los valientes Carlos Mauro Hoyos, en la Procuraduría, asesinado vilmente por el narcotráfico y Carlos Negret, en la Defensoría del Pueblo, en recientes años.

Entonces, cuando alguien no les cuadra, en la Presidencia de la República, proceden a los golpes blandos-que no lo son tanto-como negar el debate, salirse del parlamento para dañar el cuórum, demandar las leyes sin razones morales o jurídicas e intrigar ante las cortes para que tumben las reformas. Mejor dicho, la oposición injusta es implacable, no importa si con su torvo proceder joden a sus propios votantes. Ya sabrán cómo engañarlos de nuevo para arrancarles el sufragio.  

No cabe duda de que, los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, nacidos de la maravillosa Revolución Francesa, siguen enredados por causa de los dirigentes tradicionales en todos estos países del Sur Global, saqueados sin misericordia por el Norte superdesarrollado en connivencia con las oligarquías internas. Y, por si fuera poco, cuando los hambrientos van por una oportunidad, el despojador responde que son delincuentes y los deportan humillantemente a sus naciones de origen o a cárceles inhumanas. Es probable encontrar uno que otro endeudado con la justicia penal y, claro que el país receptor tiene derecho a defenderse. Pero, no sean canallas pues la mayoría de gente que busca un pan para sus familias, es honorable. Peor aún, muchos de los dirigentes colombianos, avalan, sin asomo de vergüenza, las medidas criminales que toma la derecha en Estados Unidos y Europa.

A los dirigentes tradicionales les molesta mucho el tamaño del Estado y propenden porque sea la invisible mano del mercado que regule las relaciones sociales para que el gran capital sin control, haga de las suyas en favor de los mismos de siempre. Yo también avalo el achicamiento o desmantelamiento del gigantismo estatal pero no quitándole la capacidad interventora porque creo en la iniciativa privada y la libre empresa, con controles para evitar el macrocefalismo inhumano de don dinero. Amo la experiencia de las repúblicas nórdicas socialistas liberales, no marxistas, la de Corea del Sur, Singapur y Japón. Porque, dicho sea de paso, el comunismo fue un atraco a la buena fe de los luchadores por la justicia social; gran mentira sustentada en falacias que ofreció una sociedad irrealizable o un paraíso ficticio construido sobre las ruinas físicas de quienes fueron atacados falsamente como antirrevolucionarios. Mil veces no al socialismo marxista y millones de veces sí al socialismo liberal que, es mi modelo cuasi-perfecto de democracia.

Achiquemos el Estado con medidas efectivas: disminuir el número de miembros de cuerpos colegiados y, además, que trabajen toda la semana y otro mes del año. Y, establezcamos la permanencia limitada de los elegidos para que haya movilidad social. Efraín Cepeda lleva 40 años en el congreso, Roberto Gerlein, estuvo lo mismo. Su función, torpedear los procesos que beneficien al pueblo que, engañado vuelve a favorecerlos con su voto.

Suprimamos los departamentos y asambleas; devolvamos a la categoría de corregimiento tantos municipios que no tienen cómo asumir tal capacidad administrativa. Fácilmente nos quedarían algo más de seiscientos, frente a los 1.103 actuales. La calidad ciudadana de los habitantes no sufriría disminución alguna, pues ella no depende del lugar donde se viva y el presupuesto que se invertía en burocracia inútil, iría a fortalecer proyectos sociales en agua, pavimento, vivienda o agricultura, por ejemplo. Volvamos a los Concejos Municipales por vocación cívica, sin remuneración.

Disminuyamos sueldos del parlamento, cortes, oficiales de alta graduación, ministros, superintendentes y cuerpo diplomático.

Aumentemos los impuestos a los ingresos millonarios, empresas, y altos empleados del sector privado. Cobremos la educación superior a partir del estrato cuatro, de acuerdo con la declaración de renta de los padres.

Eliminemos las notarías y cámaras de comercio que son una fuente de encarecimiento de los procesos, de tributos injustos y onerosos para la gente. Esas funciones deberán recaer en las Secretarias de Gobierno, Desarrollo y Planeación de los municipios.

Los peajes deben cobrarse en la declaración de renta a las personas que posean vehículos y de acuerdo con la gama y modelo del automotor.

Eliminar cantidad de embajadas que no le prestan ningún servicio al país. En América central bastaría una para toda la zona. Con la mayoría de los países de África no hay ningún intercambio cultural, comercial o educativo. Entonces digamos, qué función tendría un diplomático en Nueva Guinea.

No más elección de magistrados y altos funcionarios por el Congreso que los acoyunda, cobra por el voto o los condiciona en las decisiones jurídicas.

Los candidatos podrían ser evaluados y propuestos por las facultades de derecho y economía de alta calidad académica, como por las organizaciones sociales, según el caso. El nombramiento lo haría el presidente de Colombia por estricto orden de puntaje.

Añadidura: 80 años de las bombas atómicas en Japón. Vivimos tiempos difíciles con dos ególatras en el poder: Putin y Trump. Quiera el cielo que nunca más.

*Abogado y acádemico.

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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