Promesas para el nuevo año: votar en conciencia y conversar con respeto
Sumémonos a este compromiso. Hagamos de las redes sociales el lugar donde comience la transformación de nuestra conversación pública para, finalmente, transformar nuestra realidad.

Heberto Tapias García*/Opinión/El Pregonero del Darién
El cierre de año es, por tradición, un tiempo propicio para la reflexión y la evaluación. Es el momento en que solemos hacer balance de lo vivido, celebrar los logros alcanzados y reconocer aquellas metas que, en el ámbito personal, profesional o familiar, quedaron postergadas. Es un ritual recurrente. Cada 31 de diciembre, a la medianoche, nos colmamos de buenas intenciones y promesas renovadas, animados por la convicción de que el año que comienza traerá cambios trascendentales a nuestras vidas.
Sin embargo, la experiencia también nos enseña que muchos de esos propósitos se diluyen con el paso del tiempo, se olvidan o se aplazan indefinidamente. La rutina, las urgencias y las distracciones cotidianas suelen relegar compromisos asumidos con entusiasmo.
Tal vez esto ocurre porque solemos concebir el cambio como un ejercicio estrictamente individual, desligado del entorno en el que vivimos. Pero ninguna transformación personal se sostiene por sí sola. Se fortalece —o se debilita— en la relación con los otros.
Somos parte de una comunidad, y es en ese tejido compartido donde nuestros propósitos adquieren sentido, respaldo y posibilidad real de realización. Por eso, más allá de las metas individuales, vale la pena preguntarnos qué promesas estamos dispuestos a asumir como sociedad y cómo podemos convertirlas en prácticas cotidianas que nos involucren a todos.
El cambio auténtico no surge de declaraciones entusiastas, sino de un compromiso genuino, consciente y sostenido, capaz de traducirse en acciones concretas y hábitos duraderos, más allá de las resoluciones personales.
En una sociedad permanentemente conectada, las redes sociales se han convertido en espacios decisivos para la formación de opinión, el debate público y la construcción de imaginarios y proyectos colectivos. Hoy, más que nunca, enfrentamos la responsabilidad de reorientar su uso hacia un propósito verdaderamente transformador.
Con frecuencia, estas plataformas se ven saturadas de ruido, confrontación y polarización, especialmente en los periodos electorales. No obstante, su potencial pedagógico sigue siendo inmenso y, lamentablemente, subutilizado. Las redes pueden —y deben— evolucionar hacia escenarios de diálogo respetuoso, donde la voluntad de comprensión prevalezca sobre la cultura del ataque.
Es urgente transformar la manera en que nos comunicamos en las redes. No solo con quienes piensan como nosotros y nos resulta fácil dialogar, sino, especialmente, con quienes sostienen opiniones diferentes.
Es necesario hacerlo desde un clima de respeto y armonía, no desde la hostilidad o la confrontación, con una disposición genuina a construir puentes y a encontrar salidas comunes a las dificultades y encrucijadas que hoy enfrentan Colombia y el mundo.
Fomentar esta cultura de interacción en los entornos digitales constituye un paso fundamental para fortalecer la convivencia democrática, incluso en medio de la diferencia y en momentos decisivos para la elección de gobernantes. No se trata de erradicar las diferencias ni de silenciar el disenso —elementos esenciales de toda democracia—, sino de aprender a gestionarlos desde la empatía y el respeto. Las redes pueden funcionar como aulas abiertas para difundir información verificada, fomentar el pensamiento crítico y construir consensos en torno a los grandes desafíos nacionales.
Para hacer realidad este propósito, es indispensable adoptar prácticas digitales éticas: compartir contenidos que promuevan el análisis crítico frente a la desinformación; responder con argumentos y no con descalificaciones; visibilizar iniciativas orientadas a la justicia social; y ejercer una escucha activa frente a posturas distintas. Cada publicación y cada comentario representan una oportunidad para tender puentes, en lugar de profundizar abismos. Cultivar esta cultura de interacción en las redes es un paso fundamental para fortalecer la convivencia, incluso en medio de la diferencia y en momentos cruciales de elección de gobernantes.
Se trata de contribuir a la construcción de un país para la convivencia pacífica, para la vida y el bienestar colectivo de los colombianos. Un país construido por todos y para todos, y no para el beneficio de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos. Un país plural, donde coexistan y se respeten todas las ideologías y colores políticos, y no uno reducido a los tonos blanco y negro de la polarización. Un país para la vida, no un camposanto de la muerte para quienes piensan diferente.
Mi propuesta de fin de año es, en esencia, sencilla pero poderosa: asumir una promesa colectiva para convertir nuestras interacciones digitales en herramientas de pedagogía social, de modo que, en las elecciones del próximo año, cada voto sea el resultado de una reflexión informada, orientada al bienestar común, la equidad y la justicia.
El llamado es a transformar nuestras redes sociales en verdaderos laboratorios de convivencia y pedagogía cívica. Que la conversación digital deje de ser un campo de batalla y se convierta en un espacio donde se gesten decisiones colectivas responsables. Nuestro voto en las próximas elecciones debe ser el resultado de la reflexión compartida, y no una reacción impulsada por el rencor, el miedo o la manipulación.
Esta promesa colectiva no es un ideal abstracto. Comienza con la forma en que cada uno de nosotros decide expresarse y participar. Al optar por el respeto y la argumentación en lugar de la hostilidad, fortalecemos la democracia y contribuimos a una sociedad más cohesionada.
Sumémonos a este compromiso. Hagamos de las redes sociales el lugar donde comience la transformación de nuestra conversación pública para, finalmente, transformar nuestra realidad. Que nuestra promesa de año nuevo sea dialogar con empatía, votar con conciencia en 2026 y construir, entre todos, un futuro más justo y humano para todos los colombianos.
*Profesor de Ingeniería Química Universidad de Antioquia.



