La descerticación
Mientras exista una demanda de más de cincuenta millones de adictos pidiendo diariamente su dosis, es imposible acabar con el negocio, más ahora cuando ya es regulado desde Wall Street.
uan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién.
El tema del narcotráfico ya está muy trillado. A pesar de cincuenta años de una pretendida represión, el fenómeno y el negocio con las adicciones ha aumentado. En Colombia, principal productor de cocaína en el mundo, las áreas de cultivo ya sobrepasan las 300.000 hectáreas y la producción alcanza las 3.000 toneladas. Los muertos van en un millón, y los presos en las cárceles también rondan esa cifra, principalmente jóvenes pobres, víctimas y desechos del negocio.
Mientras exista una demanda de más de cincuenta millones de adictos pidiendo diariamente su dosis, es imposible acabar con el negocio, más ahora cuando ya es regulado desde Wall Street con un sector bancario a tono y una oficina central definiendo la pauta operativa desde Dubai.
El problema con Colombia es más simple: un país pobre al que se le lleva la guerra para perpetuar el negocio, arrasando para después resembrar – en un territorio que produce tres cosechas anuales ya con cepas resistentes al glifosato- subir a discreción los precios internacionales y quedarse con la mejor tierra. Aquí se ha jugado clásicamente a la guerra en dos frentes: aparentemente combatiendo los cultivos y fortaleciendo una élite política despojadora que nombra presidentes y financia parlamentarios. Colombia se ha convertido en un país herido que le da gusto a todos, a los narcotraficantes, y a los que pretenden combatirlos y que dependen de su dinero ilícito cobrando sobornos y fortaleciéndose políticamente mientras sacrifican el desarrollo y condenan a muerte a una franja cada vez más grande de la juventud pobre tanto campesina como la de las barriadas urbanas que crecen a diario víctimas del desplazamiento.
La descertificación no incluye medidas económicas por que dañan el negocio al disminuir la venta de armas y la capacidad de soborno. En su lugar, se toman medidas de tipo político en contra del actual gobierno rotulándolo como militarmente incompetente y asociado con el supuesto Cartel de los Soles venezolano.
El presidente Petro siempre ha sido muy claro en afirmar que es la vía de la legalización la única forma de regular el negocio y asumirlo como un fenómeno de la economía colombiana que puede ser rentable, incluso como factor importante del desarrollo sabiéndolo controlar con una adecuada campaña educativa. Recordemos que toda sociedad debe convivir con sus debilidades y sus “vicios», de ahí la legalización de la industria del licor luego de la prohibición en Estados Unidos, cuyo único logro fue el fortalecimiento de la mafia y su inclusión taxativa y social lavando una fachada por todos conocida.
La descertificación a nuestro país solo reafirma la contundencia del negocio y condena a los Estados Unidos y al mundo a seguir consumiendo una cocaína mal procesada, sucia y peligrosa, y a nuestra juventud pobre a seguir siendo la víctima mientras se fortalece una casta política y delincuencial que sigue manteniendo vivo el narcotráfico colocándose la máscara cuando es preciso.
Recordemos a Pablo y sus amigos.
NOTA: La política de entrega de tierra fértil y sustitución de cultivos en simultánea con el enfrentamiento militar y la presencia del Estado llevando salud, educación y asistencia, es labor fundamental mientras aceptamos la legalización como inicio de la solución definitiva