Opinión

Juicio a Álvaro Uribe y la condena nacional

“Nascor” significa nacer. ¿Asistimos al final de una era o al comienzo de una transformación? ¿Es este juicio una culminación simbólica de nuestra decadencia o el umbral de un renacimiento posible?

Por Carlos Álvarez*/Opinión/El Pregonero del Darién

Resumen:

El presente artículo propone una lectura del juicio al expresidente Álvaro Uribe Vélez no como simple episodio judicial, sino como manifestación crítica de una estructura simbólica profunda que compromete el tejido mismo de la nación colombiana. A través de una hermenéutica política y cultural, se analiza el acontecimiento como dispositivo de revelación y condensación de los males históricos del país: el populismo mesiánico, la astucia como moral nacional, la captura de la justicia y la penetración simbólica del narcotráfico. En lugar de un simple proceso penal, lo que aquí se enjuicia es la nación misma, su historia ética y su configuración institucional.

1. Introducción: del caso judicial al acontecimiento simbólico: 

El 3 de agosto de 2020, la Corte Suprema de Justicia de Colombia emitió una decisión judicial sin precedentes: imponer detención domiciliaria al exsenador y expresidente Álvaro Uribe Vélez, por los delitos de soborno en actuación penal y fraude procesal. Si bien el fallo fue técnico y argumentado en 1.554 páginas, su resonancia excede con creces lo jurídico.

Este artículo propone una interpretación filosófica y simbólica del juicio. No se trata de defender o acusar al procesado, sino de comprender cómo este hecho opera como síntoma y catalizador de una verdad más profunda: el juicio no es solo contra un individuo, sino contra un tipo de poder, una cultura política y una forma de ser nacional que han convertido la astucia, el clientelismo y la violencia en dispositivos cotidianos de gobernanza.

2. El arquetipo Uribe: populismo, religiosidad y astucia:

Uribe no solo es una figura política. Es un arquetipo. Representa una forma de autoridad que amalgama rasgos del patriarca, del redentor y del empresario pragmático. Su discurso ha oscilado entre la redención nacional y la guerra contra el mal, pasando por una exaltación del éxito económico como justificación ética.

Las derechas históricas – como lo han mostrado estudios de populismo (Laclau, 2005) – suelen manipular ciertas pulsiones sociales que, en el caso colombiano, pueden resumirse en tres categorías:

Fervor crédulo: movilización religiosa-emocional.

Furor bélico: legitimación de la violencia como medio.

Favor económico: clientelismo encubierto como política social.

Estos elementos, articulados en Uribe, no son originales, pero sí eficaces. Producen una identificación afectiva con un líder que “peca, pero reza”, que transgrede, pero protege, que miente, pero «sabe mandar». Esta es la paradoja de la astucia hecha virtud.

3. Justicia o simulacro:  la captura simbólica del Derecho 

El fallo de la Corte, aunque sólido, irrumpe en un escenario enrarecido por décadas de instrumentalización política de la justicia. No se trata únicamente de fiscales cooptados o Cortes presionadas, sino de una erosión simbólica de la justicia como principio regulador del orden social.

La figura del “culebrero paisa” – el comerciante elocuente, el encantador del mercado – ha sido elevada a paradigma nacional. En ese marco, la ley se vuelve un obstáculo a sortear, no un marco a respetar. Así, incluso la decisión de la Corte puede ser percibida como un acto teatral más, un episodio de polarización mediática sin consecuencias reales. La justicia no juzga: entretiene.

4. Narcotráfico como moral nacional: de la economía a la cultura

El juicio permite revisar otra capa más profunda: la consolidación del narcotráfico como estructura moral invertida. Ya no se trata solo de exportación de drogas o lavado de activos, sino de un modo de existencia que ha penetrado:

a) Las instituciones (Congreso, Judicatura, Policía, Ejército).b) Las culturas económicas (inmobiliaria, agroindustria, arte).

c) Las formas de representación (prensa, redes sociales, religiosidad popular).

En este contexto, la astucia se legitima como forma de poder. La trampa no es excepción, sino norma. El éxito se mide por la capacidad de evadir la ley. Se institucionaliza la lógica del «avivato», del atajo, del cálculo sin ética.

5. El juicio como síntoma: Colombia, nación condenada

Desde una perspectiva simbólica, el juicio a Uribe Vélez condensa – como en una figura trágica – el agotamiento del modelo nacional colombiano. Las instituciones están corroídas; las identidades políticas, polarizadas; las éticas públicas, desplazadas por intereses privados. En ese marco, el juicio opera como acto de verdad y de condena. Pero no condena al individuo únicamente: condena a la nación que lo produjo, lo sostuvo y lo protegió.

Esta es la tesis fuerte del texto original: el juicio a Uribe es, en realidad, el juicio a Colombia misma, a su historia de impunidad, a su elección sistemática del atajo, a su renuncia a la virtud cívica.

6. Conclusiones: ¿Culminación o renacer?

“Nascor” significa nacer. El título interpela al lector: ¿asistimos al final de una era o al comienzo de una transformación? ¿Es este juicio una culminación simbólica de nuestra decadencia o el umbral de un renacimiento posible?

La respuesta no está escrita. Dependerá de la capacidad del país para mirar de frente su historia, para desmontar sus mitologías caudillistas y para construir un nuevo ethos colectivo donde la justicia no sea castigo, sino horizonte.

*Profesor de filosofía política/Especialista en ciencias signicas y simbólicas

Wilmar Jaramillo Velásquez

Comunicador Social Periodista. Con más de treinta años de experiencia en medios de comunicación, 25 de ellos en la región de Urabá. Egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano

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