Cuando la impunidad se impone
Lamentablemente, las denuncias han caído en oídos sordos porque el gobierno estadounidense, no importa el presidente que lo dirija, continúa con su política discriminatoria.
Juan Hernández Machado*Opinión/El Pregonero del Darién
Estados Unidos niega visas a Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, y a un grupo de funcionarios de su delegación para asistir a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre.
Esta información acaparó cintillos en días recientes en la gran prensa de casi todo el mundo, sobre todo porque varios países europeos han anunciado que reconocerían a la Autoridad Palestina y al derecho del pueblo palestino a tener su Estado, luego de la etapa actual de genocidio del gobierno de Israel contra ese pueblo, que el próximo mes llegará a dos años y ya ha causado la muerte a más de 64 mil palestinos, fundamentalmente mujeres y niños.
Lo más lamentable de esta información es que ni es una acción nueva ni tampoco tiene que ver con las características particulares de la administración del señor Donald Trump.
Es una acción que el gobierno estadounidense ha aplicado en ocasiones anteriores en flagrante violación del Acuerdo entre la Organización de las Naciones Unidas y los Estados Unidos de América relativo a la sede de las Naciones Unidas, que dio cumplimiento a la resolución de la Asamblea General de la organización adoptada el 14 de diciembre de 1946, la que fijaba la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York.
El mismo fue firmado en 1947 por Trygve Lie, secretario General de la ONU y por George C. Marshal, secretario de Estado estadounidense.
La Sección 11 de dicho Acuerdo regula quienes son las personas a las que los Estados Unidos de América no pondrán obstáculo para su entrada y salida del distrito de la sede de la organización y la Sección 13, en su inciso (a) establece que: “Las leyes y reglamentos vigentes sobre entrada de extranjeros en los Estados Unidos de América no podrán aplicarse en forma que vulnere las prerrogativas previstas en la sección 11. Los visados que necesiten las personas citadas en esa sección, serán concedidos gratuitamente y a la mayor brevedad posible”.
Este es el caso del presidente de la Autoridad Palestina y de sus acompañantes que el gobierno del señor Trump les impide el acceso al país para participar en la próxima Asamblea General de la ONU.
Y como dijimos que no es la primera ocasión que esto ocurre, mencionemos solo tres ejemplos:
Aunque Yasser Arafat, dirigente principal de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) pudo dirigirse a la Asamblea General en 1974, catorce años después el gobierno yanqui le negó la entrada al país y eso motivó que la Asamblea General tuviera que trasladar sus sesiones a la ciudad suiza de Ginebra en lugar de su sede central en Nueva York.
Este hecho es significativo porque demuestra que cuando la mayoría de los países del mundo decide algo, el gobierno estadounidense, por muy poderoso que sea, no puede impedirlo, ya que ese traslado momentáneo de sede fue, sin dudas, un golpe importante a las políticas de la Casa Blanca.
Durante la 74 sesión de alto nivel de la Asamblea General, Estados Unidos negó la entrada a 10 miembros de la delegación oficial rusa, y posteriormente en la 77 Asamblea General también hubo negativa y retraso de visas a miembros de la delegación rusa, incluyendo en ese caso hasta al ministro de Asuntos Exteriores.
En septiembre del año 2013, el gobierno yanqui impidió la asistencia del democráticamente electo presidente sudanés Omar Hassan al Bashir, a la Asamblea General bajo acusaciones de crímenes de guerra.
Pero la negativa de visas no es la única violación del gobierno estadounidense al acuerdo firmado en 1947. Solo dos ejemplos.
Antes con el pretexto de impedir la promoción del comunismo y ahora con el pretexto del terrorismo, miembros de las misiones estatales representadas ante la ONU tienen limitados sus movimientos en la ciudad de Nueva York.
El gobierno estadounidense tampoco ha adoptado medidas contra grupos opositores a diferentes gobiernos extranjeros que montan piquetes y provocaciones frente a sus sedes diplomáticas y residencias de sus principales representantes.
En diferentes ocasiones, en la Sexta Comisión de la ONU donde se analiza el trabajo del Comité de Relaciones con el País Anfitrión, la delegación cubana al más alto nivel ha presentado sus denuncias por la constante violación del gobierno estadounidense de las cláusulas del acuerdo adoptado con la ONU.
Pero, lamentablemente, las denuncias han caído en oídos sordos porque el gobierno estadounidense, no importa el presidente que lo dirija, continúa con su política discriminatoria y violatoria de las leyes internacionales.
Ahora, además de la medida contra la delegación de la Autoridad Palestina, existen amenazas, según un memorando interno del Departamento de Estado al que han tenido acceso diferentes medios de prensa, de que se apliquen medidas similares a Brasil, Irán, Sudán y Zimbabwe.
Una vez más estamos ante la impunidad yanqui ante la comunidad internacional.
Nos queda claro que, aunque hay que condenar fuertemente en todos los foros existentes y de todas las formas posibles la prepotencia estadounidense, esta hace que quienes la ejecutan se burlen de lo que piensa el resto del mundo y continúen con sus políticas. Ejemplos sobran y no creemos necesarios incluirlos para alargar este comentario.
Pero, lo que sucedió en 1988 es una muestra de que sí se puede cambiar el mundo cuando todos los países se unen. En aquel momento ya la antigua Unión Soviética y el extinto campo socialista estaban trasluciendo sus contradicciones internas que llevó a su desaparición tres años después, y, sin embargo, se pudo actuar de conjunto.
Hoy, cuando el unilateralismo yanqui se debilita cada día- aunque no está derrotado ni mucho menos- es posible, si los países así lo desean, comenzar a darle lecciones que no olviden, sobre todo cuando el mundo se enfrenta a acciones muy peligrosas por parte de la administración Trump que, sin dudas, afectan la paz y la seguridad internacional, y pueden llevar a desastres incalculables que afectarían a la humanidad en su conjunto, como es su posición ante el genocidio israelita contra el pueblo palestino- del cual son igualmente responsables- y sus acciones irresponsables ante Irán, Venezuela, Cuba y la República Popular y Democrática de Corea, por solo mencionar unos pocos escenarios.
Los irreverentes de siempre no tienen nada que perder porque perdieron las cadenas hace mucho tiempo y lo que les queda es defender su verdadera libertad y soberanía cueste lo que cueste.
Para los otros, tanto los del sur global que aún piensan que el gobierno estadounidense se preocupa algo por ellos, como los de la Vieja Europa que tienen pruebas más que suficientes del actuar estadounidense, que los utiliza a su conveniencia pero que cuando tienen que actuar en su contra lo hace, es hora de que despierten y hagan valer sus derechos para terminar con la impunidad imperial de Washington.
Estamos a tiempo todavía antes de que una rectificación sea demasiado tardía y costosa.
*Historiador cubano y Premio Nacional de Filatelia 2012 y miembro de la Unión de Historiadores y Artistas de Cuba/septiembre 2025.