América Latina en la encrucijada global: la OCS y la búsqueda de nuevos ejes
El acercamiento de América Latina a la OCS, liderada por China y Rusia, redefine su posicionamiento global. Análisis sobre las oportunidades económicas, los riesgos geopolíticos y el futuro de la región en un mundo multipolar.
02 de julio de 2024
La reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), celebrada en Astaná, Kazajistán, trasciende el ámbito euroasiático para proyectar una sombra alargada sobre el tablero geopolítico global. El creciente interés de varias naciones latinoamericanas por acercarse a este bloque, liderado por China y Rusia, marca un punto de inflexión estratégico. Este movimiento no es un mero gesto diplomático, sino un síntoma de un orden mundial en reconfiguración, donde América Latina explora activamente la multipolaridad y cuestiona la tradicional influencia de potencias occidentales.
La OCS: un nuevo polo de atracción para América Latina
La Organización de Cooperación de Shanghai, fundada en 2001, ha evolucionado desde sus orígenes centrados en la seguridad fronteriza hasta convertirse en una entidad de amplio espectro que abarca cooperación económica, energética y de infraestructura. Su naturaleza, alejada de condicionalidades ideológicas o modelos de gobernanza, resulta atractiva para muchos países en desarrollo. La membresía de pleno derecho de potencias como China, Rusia, India e Irán, junto a numerosos observadores y «socios de diálogo», la consolida como un contrapeso institucionalizado al G7 y otras alianzas occidentales.
Para América Latina, este bloque representa una oportunidad concreta de diversificar sus alianzas. El estatus de «socio de diálogo» que actualmente ostentan países como Argentina, y la creciente curiosidad de otras naciones como Brasil, Chile y Perú, responden a una búsqueda pragmática de inversión, mercados y cooperación tecnológica sin ataduras políticas explícitas. La promesa china de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), aunque con un despliegue más cauteloso en la región del esperado, sigue siendo un imán para gobiernos que necesitan financiamiento para obras de infraestructura crítica.
Más allá de la economía: la dimensión geopolítica del acercamiento
Si bien los incentivos económicos son el motor principal, el acercamiento a la OCS conlleva una innegable carga estratégica. Cada movimiento hacia la OCS es también un mensaje dirigido a Washington, señalando que la era del unilateralismo en el hemisferio occidental ha concluido. Para naciones como Cuba, Venezuela y Nicaragua, el bloque ofrece un respaldo político y una alternativa de alineamiento en un contexto de sanciones y presiones internacionales.
No obstante, este camino no está exento de riesgos y contradicciones. La posible entrada de Bielorrusia como miembro pleno y la presencia de Irán refuerzan la percepción de la OCS como un club de estados antioccidentales, una etiqueta que puede generar fricciones internas en países latinoamericanos con gobiernos moderados. La membresía de India, un rival estratégico de China, también introduce dinámicas complejas dentro de la organización, demostrando que no es un monolitio.
Los desafíos de una relación asimétrica
El entusiasmo por la multipolaridad debe ser matizado con un análisis realista de los potenciales desafíos. La relación económica con China, el principal pilar de atracción hacia la OCS, es profundamente asimétrica: América Latina exporta principalmente materias primas (commodities) e importa manufacturas y tecnología, una dinámica que reproduce el patrón centro-periferia y no siempre fomenta el desarrollo de cadenas de valor locales.
Además, existe una tensión inherente entre los principios de no interferencia en asuntos internos, que la OCS pregona, y la realidad de las relaciones internacionales. La dependencia de inversiones o financiamiento chino podría, a la larga, limitar la autonomía de política exterior de los países latinoamericanos en foros internacionales críticos, como los derechos humanos. La experiencia de otras regiones sugiere que la cooperación con Beijing conlleva una influencia política silenciosa pero constante.
El futuro: ¿una integración pragmática o una división estratégica?
El futuro del vínculo entre América Latina y la OCS dependerá de la evolución del propio bloque y de la cohesión regional latinoamericana. La posible incorporación de nuevas potencias y la expansión de sus agendas de cooperación definirán si se consolida como una plataforma verdaderamente global o permanece como una alianza euroasiática con socios externos. Por otro lado, la región debe evitar que este nuevo eje de cooperación se convierta en una nueva fuente de división, fracturando organismos como la CELAC o dificultando una posición común frente a desafíos globales.
América Latina se encuentra ante un abanico de opciones en un mundo multipolar, donde la OCS representa una de las varias cartas a jugar. El reto para sus líderes será maximizar los beneficios económicos y políticos de este acercamiento, manteniendo una posición soberana e independiente que priorice el interés nacional y regional por encima de las lealtades a bloques geopolíticos en pugna. La diplomacia del siglo XXI exige pragmatismo, y el engagement con la OCS es un ejemplo de ello, pero sin una visión clara de largo plazo, el pragmatismo puede derivar en nueva dependencia.