Entre Carolina Corcho e Iván Cepeda
Elegir a Carolina, es una oportunidad de emerger al mundo por la puerta que abrió el primer gobierno progresista.
Juan Fernando Uribe Duque/Opinión/ El Pregonero del Darién.
Uno de los puntos fundamentales en el escenario político es la disyuntiva en la escogencia de candidatos por el Pacto Histórico para la presidencia de la República. Se plantearon varios nombres y la balanza se inclinó hacia Carolina Corcho e Iván Cepeda, este último emergiendo como una opción luego del caso que llevó a la cárcel al expresidente Uribe.
Un caso si se quiere, de venganza política, igual que el proceder del convicto expresidente en su accionar contra la guerrilla a consecuencia del asesinato de su padre. Bástenos recordar que cada uno perdió a sus progenitores, y si bien en el caso de Uribe este accedió dos veces a la presidencia, Cepeda ahora la pretende luego de haberse ido lanza en ristre pidiendo justicia y restitución para las víctimas del paramilitarismo, entre ellas su padre Manuel, asesinado en 1994.
La venganza de lado y lado: la historia de la guerra en Colombia: Uribe guerrero, implacable, incisivo. Cepeda, mesurado, cerebral y persistente.
Por su parte Carolina Corcho es una mujer joven, dinámica, combativa y alegre. Médica y psiquiatra, tiene una historia de lucha política desde la universidad donde lideró las luchas por los derechos de los trabajadores de la salud y las reivindicaciones feministas en asociaciones latinoamericanas.
Escritora, profesora universitaria y partícipe con el equipo de gobierno en la conformación del Plan de Desarrollo y empalme con el gobierno anterior; ministra de salud donde presentó la reforma que le atrajo toda la oposición de las élites corruptas que han administrado la salud en Colombia como un gran negocio, además artífice de logros puntuales en políticas de prevención de enfermedades como la obesidad y la diabetes, su figura se constituye en una gran opción toda vez que aporta la juventud, la fuerza y la lucidez de la primera mujer mestiza para la presidencia.
Carolina es la apertura que convoca la juventud universitaria al apoyo electoral, también los diferentes grupos étnicos y de diversidad sexual, las asociaciones feministas y los gremios de trabajadores y obreros, entre ellos el millón de empleados de la salud y sus familias. Su figura se asocia por su misma ascendencia sinuana, a los conglomerados costeños y a los grupos poblacionales de las cuencas de los grandes ríos.
En una sola palabra, Carolina representa toda la diversidad cultural y étnica del país, a los trabajadores, a la mujer, a la juventud tradicionalmente abstencionista. Además como antioqueña, sirve de posta para definir a mucha parte de la franja electoral abstencionista del Área Metropolitana del Valle de Aburrá – casi cinco millones de habitantes-
Por el contrario, Cepeda es la cerebral moderación de la venganza, la persistencia de aquel que reclama y retrae al país a los tiempos de las masacres y la templanza restitutiva, la nobleza del justo, la magnanimidad dentro del caos. Carolina es arrolladora, contundente y necesitaría de un vicepresidente como Iván, intuitivo y conciliador.
Elegir al senador Cepeda como candidato del Pacto Histórico es seleccionar los votantes en el sentimiento vengativo de las víctimas, es generar un ambiente de polarización antiuribista que estigmatiza la campaña restándole universalidad y beligerancia. Por el contrario, el ánimo de elegir a Carolina es multidiverso, inclusivo, nutrido con la esperanza de superar viejos escollos de retaliación sectaria. Es la posibilidad de empezar a escribir para Colombia una historia de justicia social y desarrollo; de integración grancolombiana y continental. Elegir a Carolina, es una oportunidad de emerger al mundo por la puerta que abrió el primer gobierno progresista y además la posibilidad, que en regiones como Antioquia, de donde es oriunda, se consolide una franja electoral que exija realizaciones y reformas.