El Rincón de Miguel Ángel
El sol se ocultó por varios días, la nube de polvo incandescente cubrió dichas ciudades; las siluetas de las personas quedaron plasmadas sobre las paredes.
Miguel Ángel Echeverri/Cultura/El Pregonero del Darién
Hace 80 años, durante la mañana del 6 de agosto de 1945, la ciudad de Hiroshima quedó devastada e irreconocible cuando el bombardero Enola Gay, del ejército de Estados Unidos, soltó sobre la ciudad una bomba nuclear de uranio. Era la primera vez que se utilizaba este tipo de armas contra una población. Tres días después, otra bomba, esta vez de plutonio, cayó sobre Nagasaki, precipitando la rendición de Japón y marcando el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Esta infame acción de guerra, este acto de terror cometido por la potencia intocable, generó la muerte inmediata de cerca de 200.000 personas, sin contar con los miles de fallecidos posteriores como consecuencia de la radiación causada por las bombas.
El sol se ocultó por varios días, la nube de polvo incandescente cubrió dichas ciudades; las siluetas de las personas quedaron plasmadas sobre las paredes, el calor y la radiación las pulverizó.
Hoy, la humanidad indiferente, parece que está al borde de ver nuevamente que el sol se empiece a ocultar sobre la Tierra.