El Miguel Ángel antioqueño
Un día don Norberto vendió la finquita para empacar, en el mismo bus rural, corotos, esposa y nueve hijos (ya que dos decidieron quedarse en su tierrita natal)
Héctor Barrientos Gutiérrez*Opinión/El Pregonero del Darién
Nota de la dirección:
Gustosos reproducimos el impecable escrito del profesor Héctor Barrientos Gutiérrez, sobre nuestro colaborador habitual, responsable de la sección cultural titulada: El Rincón de Miguel Ángel, Miguel Ángel Echeverri, reconocido atleta con una innumerable cosecha de títulos.
La nota fue publicada en el blog: https://norimaperoesverdad.com :
“Ver jubilados en los parques hablando de canosas nostalgias, inventariando enfermedades ajenas, intercambiando agripados relojes, o renegando del bostezo del tiempo que detuvo el instante del almuerzo, no es novedad alguna. Pues Miguel Ángel Echeverry, a sus 71 años, rompe con esa pausada manera de ver las agónicas horas envejecidas porque para él, el atletismo es el único medicamento divertido.
¿Y, quién es Miguel Ángel? Me preguntarás al llegar a esta pregunta.
Don Norberto, su papá, fue un emprendedor campesino que llevó a san Vicente (pueblito del oriente antioqueño, a hora y cuarto de Medellín) la primera “chiva” de servicio público para transportar mujeres y hombres con olor a siembra y cosecha de honestidad sincera. Eran los años cincuenta, y entre tanto desandar las trochas veredales a sus once hijos procrea, entre ellos Miguel Ángel.
Un día don Norberto vendió la finquita para empacar, en el mismo bus rural, corotos, esposa y nueve hijos (ya que dos decidieron quedarse en su tierrita natal) y, a la 45 con 71 llegaron, y una casona de tapia su puerta les abrió. Era 1960, cuando la vida citadina no tenía ridículos afanes, ni Metroplús estorbando, ni Casagardeliana bailando, ni tangovía borracha, ni motos faranduleras, ni miedo al atracador, ni wifi desconectando, ni mudas redes sociales, pero sí cafetines de Tangos, como El Alaska, donde don Norberto, escuchando a Gardel vigilaba los juegos callejeros de sus hijos en la polvorienta 45.
Miguel Ángel a esa vida urbana pronto se adaptó, siendo acolito del Señor de las Misericordias, iglesia de la barriada que lleva por nombre el apellido de Evangelista Manrique, el médico que alivió los dolores de Antonio J Álvarez, quien, en gratitud a éste, la vecindad que fundó, en el nororiente de la ciudad, con su apellido bautizó. Y, el niño que, en un dos por tres creció, en esta atmosfera de pianos y bandoneones heredó su ingreso al Polifónico de Medellín y el sombrerito milonguero, como sellos de su musical personalidad.
Veinticinco años después de haber dejado su pueblo natal, en 1985, La Universidad Autónoma Latinoamérica en historia lo graduó. Siendo docente se pensionó, pero como atleta, sus setenta, corriendo 42 kilómetros, celebró. Resumir sus logros en estos breves renglones, es ofender su rutina de agotadores entrenamientos, los cuales exigen restar farras para multiplicar sudor en las exigentes distancias: Miguel Ángel ha logrado ganar muchas carreras, pero ser referente setentón, merece estas humildes letras, reconociendo a quien conozco como: pareja de Nelly, papá incondicional, hermano abrazador, amigo solidario, y profesor que dibujó – en el alma de sus estudiantes – el significado de la libertad, al recordarles en cada clase, que ante las injusticias jamás se arrodillaran, para que nadie la dignidad les hipotecara.”
*Profesor, colega y amigo de universidad de Miguel Ángel Echeverri.
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