
Es cada vez más evidente que a los ciudadanos ya no nos queda sino la academia para hacer la crítica pertinente a un régimen dirigido por una camada de jóvenes arribistas extraídos de las libretas de amigos de Uribe y algunos godos obsecuentes, que por estar cerca del poder renunciaron al disenso y hoy son unos obsecuentes dirigentes partidistas absolutamente desconectados de las bases de sus propios partidos.
Y aunque el todavía hay ingenuos en llamar glorioso Partido Liberal a una montonera de dirigentes nostálgicos del poder, y quienes vienen haciendo curso de lambonería dirigidos por César Gaviria, quien no pierde oportunidad de lanzar loas al que todos ya se acostumbraron a llamar SUB PRESIDENTE, en espera a que sus hijos entren, así sea de rodillas y por orden de su padre, a la Casa de Nariño. Y en semejante humillación hay parlamentarios haciéndole eco al jefe, preparando al Liberalismo para claudicar en lo único que le quedaba: el poder de la crítica y de la oposición, baluartes que muy pronto van a ser cambiados por el plato de lentejas que recibirá la casa Gaviria.